Saturday, July 08, 2006

EPOPEYA DE LOS DIOSES ANDINOS

EPOPEYA DE LOS DIOSES ANDINOS
50 MITOS, LEYENDAD Y OTRAS NARRACIONES
UN LIBRO DE SALUSTIO CONCHA TUPAYACHI
Escribe Julio Antonio Gutiérrez Samanez.

Con mucho agrado hemos leído la obra EPOPEYA DE LOS DIOSES ANDINOS del escritor Salustio Concha Tupayachi, un peruano nacido en el soleado Valle Sagrado de los Incas y que creció recogiendo mitos leyendas y cuentos de las abuelas y los taitas de su tierra, como dice Luis Castro García en el prólogo.
Tarea gratísima el recopilar y rescatar del olvido la riquísima cultura oral de su pueblo, que se suma a las obras realizadas por estudiosos como el padre Jorge Lira, autor de Isicha Puito y muchas historias añejas de este valle de privilegio; igualmente, cabe recordar la bellísima obra del padre Maximiliano Rendón: “Cuentos y Leyendas del Valle Sagrado de los Incas”; los libros de Luis E. Valcarcel: “De la Vida Incaica”, “Tempestad en los Andes” y muchos otros trabajos que se me escapan de la memoria como: “Cuentos Cusqueños”, “Vale un Perú” de Manuel E. Cuadros Escobedo; los cuentos de los escritores Lisandro Caller, autor de la novela “Qori Champú”, José Angel Escalante, Roberto Latorre Medina, Roberto Barrionuevo Navarro, Román Saavedra, etc., que tratan de temas agrarios, mitos y leyendas de esta zona. No podríamos olvidar a la autora de “Aves Sin Nido”, nuestra gran paisana, sin duda la intelectual peruana más importante de la historia universal, Doña Clorinda Matto de Turner, quien en muchos de sus trabajos como: “Tadiciones Cusqueñas”, recogió mitos y leyendas de este ubérrimo valle del Vilcanota; también, tenemos a la mano la obra publicada por Doña Genara Elorrieta y los libros del tradicionista Ángel Carreño, los escritores Rubén Sueldo Guevara, Hernán Velarde, Alfonsina Barrionuevo, Ángel Avendaño, a los que se suma la pluma del ilustre calqueño Dr. Alcides F. Estrada.
La cultura de la región se ve incrementada y enaltecida con la publicación de este bello libro, muy bien cuidado, pues hemos encontrado muy pocas erratas, que aunque notables, no desmerecen el texto, por el contrario nos demuestran que es una obra humana y muy humana.
El imaginario andino, concretamente el de la hoya del Urubamba, en milenios de desarrollo ha creado toda una mitología que se trasunta en esta obra, desde la creación del Agua hija del Sol y la Luna, casada con la Tierra para engendrar a las plantas, animales y al propio hombre; como la historia del maíz, que brotara de las tumbas de dos amantes, uno mortal, que fungía de pescador de la laguna de Yanakocha y la otra divina, pues era hija del Sol y la Luna, y que, al infringir las estrictas normas celestiales, muere junto con su amante, dejándonos el maíz blanco que recuerda el albor de la luz selenita y el maíz amarillo a la blonda cabellera solar. De cómo el ratón Hukucha, enviado por el dios Antakillka, fue hasta el cielo para traer la semilla de la papa en su propio vientre.
Epopeyas guerreras ocurridas entre Tampus, Mascas, Maras, hijos del dios Paquarina, que se trensaron en feroces combates para fundar el Cusco, con la intervención de los Apus como el Pachatusan, el Wanakaure y otras montañas que les conceden las semillas de la papa y el maíz. En imaginario viaje al pasado recóndito vemos a los Poques y Lares luchando contra Manco Kapaq por la posesión del Cusco.
El autor nos cuenta, paso a paso, la historia del desafío de dos enamorados que debían llevar el agua hasta las propiedades de Urko Waranka, para recibir en recompensa el matrimonio con su bella hija, pero ella ya amaba en secreto al contrincante que salió desfavorecido en la justa, por lo que tuvo que fugar. Sahuasiray y Pitusiray, fueron petrificados en la agreste montaña de Calca por haber burlado la autoridad paterna. Estos monolitos pueden verse claramente desde Wayllabamba y Wayokhari. En ese lugar, no hace mucho, se descubrieron extrañas sombras gigantescas en las montañas, en las que aparecen siluetas de un inca, una ñusta y un otorongo. Tal y como describe el cronista indígena Guamán Poma en uno de sus dibujos.
Salustio Concha Tupayachi, nos habla de los por menores del derrumbe de la montaña Yawarmaki a causa de un crimen execrable en el caserío de Qosqo kawarina.
El autor narra sobre los legendarios sitios de Wayokari donde este dios andino, que vivía en unas extrañas lagunas envió, al principio de los tiempos, grandes aves que sembraron el maíz blanco, el maíz amarillo y la papa en los parajes de Urquillos, Kalka y Paucartambo. Dice que hace miles de años salieron de Kellokocha hombres gigantes (wayokharis) cubiertos de salvajina y que dejaron sus pinturas rupestres en Wawayoq rumi. En las alturas agrestes de Wayo khari, esas míticas lagunas, todavía esconden amores perdidos y tesoros inimaginables.
Toponimias como Arín y Huarán que recuerdan nombres de los titanes gemelos Hariyoc y Warayoq que trataron de salvar los tesoros de los incas cuando eran hurtados por un español avaro que había seducido a la ñusta Qolque Sonqo, hija de Wayna Kapaq. Cuando la mujer, empujada por ese español, cayó al río Katachillay y quedó convertida en piedra.
A su turno, enardecidos amantes engendraron monstruosos seres; bellas mujeres raptadas por cóndores o por osos, trajeron al mundo hijos híbridos; amores incestuosos de un hombre que cohabitaba con su madre y su hermana, y que huyó a Quillabamba con sus amantes convertidas en feroces animales que comían niños, trajo, como castigo, el terrible mal del Chuqcho o terciana que diezmó la población valluna.
Trágicos hijos de los reyes incas que en su perdición crearon las lagunas gemelas Huaypo y Piuray. Dolorosos episodios de amores traicionados a un inca por una bellísima mujer mochica, que al ser descubierta embarazada de otro hombre fue lanzada a la laguna de Wachaq en Yucay. De cómo se desenlaza la tragedia en los amores furtivos de una Qoya o princesa prometida de un Inca y un hombre común que prefiere huir con la confidente de aquella, llamada Lamay. Esos nombres quedaron en dos pueblos de este valle.
De cómo los constructores de fortalezas o Tanqaq, titanes de la raza de bronce, encargados de construir las fortalezas del Inca se plegaron al levantamiento de Ollanta dejando inacabada esa fortaleza incaica del pueblo de Tampu.
Las guerras dinásticas de los primeros pobladores de la región incaica, los Ayarmacas del poderoso Tocay Cápac, amedrentaron a los Wayllacanes quienes ofrecieron a la bellísima Mama Micay para que los dejasen en paz, pero Inca Roca el principe cusqueño se enamoró de ella, la desposó y tuvo un hijo. El joven vástago fue raptado por los Ayarmacas con el objetivo de asegurarse la paz y no ser sometidos a vasallaje en guerra. Cuando fue devuelto el niño, emocionado de ver a sus padres había llorado sangre.
Tantas historias se pueden leer en este libro, que es una recopilación y recreación que nos recuerda a los poemas del legendario Homero, aeda ciego de los helenos; las narraciones bíblicas de Pentateuco o los poemas indios del Mahabharata y el Bhagada Gita; las narraciones celtas que hablan de druidas, duendes y magos.
Entre líneas de estos relatos, como en un escrito palimpsesto, es decir un antiguo escrito borrado sobre el que se volvió a escribir, se pueden encontrar revelaciones de hechos reales históricos y prehistóricos.
La fantasía indígena y mestiza, entremezcladas, nos entregan abiertas las venas discurriendo la sangre de nuestros ancestros, en la esperanza de que al beberla, como en un manantial de la eterna juventud, rejuvenecerán nuestras letras, artes y ciencias, y que, al viejo y añoso árbol de Chachacomo de nuestra cultura, le nacerán nuevos brotes remozados que han de dar mejores frutos en el porvenir.
Saludo al autor con optimismo, lo felicito efusivamente, creo firmemente que es así cómo se debe construir la patria, desde el fondo de sus raíces inescrutables.
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